De niña te enseñaban a ver el mundo en formas geométricas y colores primarios. Era como si los adultos necesitaran equiparte con logros. Luego tenías que pasarte el resto de tu vida desaprendiéndolos. Ésa era la vida, hasta donde ella podía entender. Hacer que todo fuera simple los primeros diez años y, por ese hecho, todo fuera mucho más complicado en los setenta siguientes.



Margaritas bohemias.

Bohemio, así se describía a si mismo. La casa desordenada pero cada cosa en su lugar, colores grisaceos, pocos muebles y mucho espacio. Pinceles, lienzos, sabanas empapadas de color.
Pero a mi no me engañaba tan facilmente. En el lugar mas escondido de su hogar, fuera, donde nadie podía verlo si él no quería, había un par de girasoles. Amarillos y marrones con hojas verdes, llenos de color y vida. Tan cerca del sol como su mirada.
Y así descubrí que él no era bohemio.
 Ese era el espacio- tiempo donde dejaba de ser él, para ser otra parte de si mismo que yo nunca entendería.

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