De niña te enseñaban a ver el mundo en formas geométricas y colores primarios. Era como si los adultos necesitaran equiparte con logros. Luego tenías que pasarte el resto de tu vida desaprendiéndolos. Ésa era la vida, hasta donde ella podía entender. Hacer que todo fuera simple los primeros diez años y, por ese hecho, todo fuera mucho más complicado en los setenta siguientes.



Dragones verdes.


Como un meteoro, ataca desde arriba sin advertencia. A diferencia de un meteoro, después de eso te lleva y te come.













¿Solo hasta la farolita?

Y todo empezó con unas risas. Una mirada. Oh vaya y resulta que "ya nos conocíamos". Que verano tan increible, fue distinto a todo lo demás, a toda la vida pasada. Y entonces me fui y tu me seguiste. Y regresé cada noche para darte un beso mientras dormías. Y cuando no estabas. Nadie nunca me pudo entender. Nadie nunca entiende como se puede amar tanto. Empezaste a pedir ayuda. Ya no sabías a donde ir o a quien llamar. Se te caía la felicidad de los bolsillos y abarcaba tanto espacio que no sabías donde meterla. Ahí empezamos a tener problemas de espacio. Era algo que me preocupaba, yo decía "¿Donde meteremos la felicidad cuando tengamos a los niños?" "Tendremos que comprarnos una casa grande o irnos a la luna, una de dos."
Entonces decidimos viajar y repartir felicidad por todas partes. Era la única manera de quitarnos el problema de encima. Tu sabes que era lo único que podíamos hacer. Y un día llegamos donde al principio. Habían pasado años. Y ahí estaba. Ese ser sin vida, que nunca se movía, que nunca dejaba de estar siempre que lo necesitabamos, la solución a todos nuestros problemas!. Encontramos esa farolita en el mismo lugar donde la dejamos. Y la llenamos de felicidad. Y en ese momento descubrí que yo también te quería hasta la farolita. Y que ni tu ni yo podíamos ganar nunca, por que era un empate en toda regla.




Nunca extrañé tanto.

El momento clave de pelicula de cine.

Y ella sigue por ahí, repartiendo sus mejores sonrisas, sentenciado con la mirada a sus anchas, inundando de fotografias su mundo, ensordeciendose poco a poco con su música. Y sigue llendo siempre que puede a su destino final, que no lo es, que nunca lo será, el destino que creía y que sueña y que duda cada vez más.
Entonces atardece en la pequeña ciudad, espera sus últimas horas para entender aquella canción que tanto le gustaba. Y consigue entender pocas cosas en realidad. Podría rendirse rapidamente, podría dejar de levantarse por las mañanas y dejar de intentar muchas cosas. La vida no le esta funcionando como a otras personas, con ella no funciona bien. Se esta comiendo sus sueños y sus ganas de ser feliz.
Pero ella sigue por ahí repartiendo sus mejores sonrisas, por que un día encontró su mejor sonrisa en su destino final. Y que digan lo que quieran, pero existen, esos momentos de pelicula de cine, existen.

cuando todo parece perdido.

Ha entrado en un estado permanente de vigilia, no duerme, no come, no rie, ya no siente. Y busca todos los amaneceres del planeta, como si fuese lo único que le alimenta. Como si supiese que se acaba su vida, que ya no habrá más amaneceres, ni fiestas de bienvenida, ni flores, ni pasteles, ni risas, ni esas personas a las que tanto quiso, ni luces, ni tan siquiera habrá más noches de esas en las que ya ni duerme. Por eso, se enciende el "walkman", se tira en la cama y llora desconsoladamente una y otra vez, tras escuchar sus últimas palabras. Aquellas que él le dijo antes de irse con los amaneceres.