De niña te enseñaban a ver el mundo en formas geométricas y colores primarios. Era como si los adultos necesitaran equiparte con logros. Luego tenías que pasarte el resto de tu vida desaprendiéndolos. Ésa era la vida, hasta donde ella podía entender. Hacer que todo fuera simple los primeros diez años y, por ese hecho, todo fuera mucho más complicado en los setenta siguientes.



¿Solo hasta la farolita?

Y todo empezó con unas risas. Una mirada. Oh vaya y resulta que "ya nos conocíamos". Que verano tan increible, fue distinto a todo lo demás, a toda la vida pasada. Y entonces me fui y tu me seguiste. Y regresé cada noche para darte un beso mientras dormías. Y cuando no estabas. Nadie nunca me pudo entender. Nadie nunca entiende como se puede amar tanto. Empezaste a pedir ayuda. Ya no sabías a donde ir o a quien llamar. Se te caía la felicidad de los bolsillos y abarcaba tanto espacio que no sabías donde meterla. Ahí empezamos a tener problemas de espacio. Era algo que me preocupaba, yo decía "¿Donde meteremos la felicidad cuando tengamos a los niños?" "Tendremos que comprarnos una casa grande o irnos a la luna, una de dos."
Entonces decidimos viajar y repartir felicidad por todas partes. Era la única manera de quitarnos el problema de encima. Tu sabes que era lo único que podíamos hacer. Y un día llegamos donde al principio. Habían pasado años. Y ahí estaba. Ese ser sin vida, que nunca se movía, que nunca dejaba de estar siempre que lo necesitabamos, la solución a todos nuestros problemas!. Encontramos esa farolita en el mismo lugar donde la dejamos. Y la llenamos de felicidad. Y en ese momento descubrí que yo también te quería hasta la farolita. Y que ni tu ni yo podíamos ganar nunca, por que era un empate en toda regla.




Nunca extrañé tanto.

1 comentario: