De niña te enseñaban a ver el mundo en formas geométricas y colores primarios. Era como si los adultos necesitaran equiparte con logros. Luego tenías que pasarte el resto de tu vida desaprendiéndolos. Ésa era la vida, hasta donde ella podía entender. Hacer que todo fuera simple los primeros diez años y, por ese hecho, todo fuera mucho más complicado en los setenta siguientes.



la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

Está tumbada en la cama, hace frio, se levanta y anda unos pasos. La cocina está vacía, pero escucha a su compañera de piso mientras rasguea con el boli las gruesas capas de papel que le quedan por estudiar. Y de nuevo silencio, prepara espaguetis, piensa en diversas cosas mientras enciende el fuego, pero no quiere pensar en él. Por que cuando menos lo piensas, antes termina todo, pasa el tiempo, pasa el año, y de pronto te ves tumbada en la playa besandolo o riendose de los viejos que solo saben cotillear en la piscina. Cuando se da cuenta, ya están listos los espaguetis, un plato, bebida. Se mete en su cuarto sin hacer ruido, no quiere dar explicaciones, ni hablar con nadie. Se sienta en la cama y come, mientras ve una peli. De pronto la incesable lucha de una madre. Una llamada, dos, que si como estas, que si te llevas bien con todos, que si que tal la universidad. Ganas de llorar aumentando, es el momento de decir adios, pero de pronto llama él. Él, que la quiere tanto. Y le pregunta que tal está, donde está. ¿como donde estoy? Ella, tan cansada y deprimida, está donde debe estar. Está en su habitación. Luego te llamo, él le dice a ella. Y ahora, no sabe si ponerse los cascos y seguir viendo la peli o esperar. Esperar a qué, siempre en stand by como decía aquella canción que tanto le da que pensar. Cuanto tiempo transcurre, puede que diez minutos, no se quita los cascos, mira la película, es más, se va a por un yogur y se lo zampa tras esos espaguetis.  Un golpe a la puerta, dos, tres, rápidos. Piensa que son ellos, pero no son ellos, ellos siempre llaman y esperan, llaman y esperan. Pero esta vez llaman y entran. Ella está ahí, tirada en la cama, y todo se vuelve tan raro...
Está desorientada, se quita los cascos deprisa y ve una figura oscura adentrandose. Una sonrisa, un grito, esos ojos, ya no se ve tan borroso todo, pero cuesta de asimilar.  ¿donde está? ¿quien es él? Está ahí, delante de ella. Él delante de ella y ella delante de él. Bueno, ella esta tirada en la cama. QUE FUERTE, ¿TU QUE HACES AQUI? ¿TU? ¿AQUI?
Ella se siente afortunada. Ella era afortunada. Ella es afortunada. Que divertido! Ella está alucinando.
Puede que todo sea una alucinación, pero de ser así, ella lo prefiere. Nunca puedes entender el limite de un sentimiento así, tan grande, tan puro. No llores más.


PD: Gracias, por hacer realidad los deseos más íntimos de una mujer aquí sentada.
Gracias, por a hacer que mi pelo se destiña y derrita ante ti.
Y gracias, por confiar, en que yo pueda escribir de algun modo, un poco mejor cada día.

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