De niña te enseñaban a ver el mundo en formas geométricas y colores primarios. Era como si los adultos necesitaran equiparte con logros. Luego tenías que pasarte el resto de tu vida desaprendiéndolos. Ésa era la vida, hasta donde ella podía entender. Hacer que todo fuera simple los primeros diez años y, por ese hecho, todo fuera mucho más complicado en los setenta siguientes.



agosto verde.

Saskia despierta en medio de la hierba. Le arde la cara.
Mira a su derecha, pero no hay nada. Mira a su izquierda, nada. Recuerda las pasadas horas, y sabe que no estaba sola.
¿Donde se ha metido?
Entonces siente una sonrisa cerca. Justo atrás. Una sonrisa eterna.
Allí está él, la mira, se miran. Siente sus abrazos pero tiene miedo. Sabe que nada es para siempre, y por eso pone esa cara. Pero entonces, un beso. Dos. Tres. Podría pasarse la tarde así.  Pero el tiempo pasaba tan rápido...
Él fue la persona que la hizo olvidar a tantas otras. Que le hizo pensar que valía la pena y que no.
Puede que él fuese la persona que le hiciese ver la parte desordenada de la vida, la parte loca, la parte feliz, la parte chalada, ese trocito de vida donde solo hay playa, sol, piscina, pastos donde tumbarse y animales maravillosos. Puede que él fuera todo eso y más, pero no quería que las cosas fueran deprisa, iba a dejarse llevar lentamente, balanceandose en el viento, mientras se adentraba en todas y cada una de sus pequeñas pecas.

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